Los niños de la viruela
María Solar
Anaya, 2017
El
30 de noviembre de 1803 zarpaba del puerto de La Coruña rumbo a América la
corbeta María Pita. En ella iba embarcada la llamada “Real Expedición Filantrópica
de la Vacuna”, formada por el doctor Balmis, prestigioso cirujano de la Corte,
un séquito de ayudantes sanitarios, Isabel
Zendal, rectora de la Casa de Expósitos de La Coruña, y 22 niños
huérfanos. La ambiciosa empresa
–sufragada por el erario público a expensas del rey Carlos IV- pretendía nada
más y nada menos que llevar la vacuna de la viruela a América, sirviéndose para
ello de una cadena humana integrada por niños sanos que irían siendo inoculados
con el virus extraído de las pústulas de los vacunados la semana anterior. De esta forma, al carecerse en aquella época
de sistemas adecuados de mantenimiento y refrigeración, se trataba de conservar
el valioso fluido en el organismo de los pequeños.
Algunos
escritores y directores de cine han tomado esta aventura científica como
referencia para sus propias creaciones. Así, entre las más relevantes cabe
destacar las novelas “Los héroes olvidados” (Roca Editorial, 2011), de Antonio
Villanueva y “A flor de piel” (Planeta, 2015), de Javier Moro, así como la
película “22 ángeles”, de Miguel Bardem. Ahora la escritora gallega María Solar
(1970) nos presenta “Los niños de la viruela” (Anaya, 2017), una obra destinada
al público juvenil que narra los prolegómenos de tan apasionante como incierto
viaje.
Busto de Balmis en la Facultad de Medicina de la UMH en San Juan de Alicante. |
Partiendo de
un escenario digno de Dickens, la novela empieza contando con crudo realismo la
miserable vida que arrastran los niños del orfanato de A Coruña en esa fecha
tan lejana de principios del siglo XIX. Los pequeños y cotidianos pillajes a
que se ven abocados los pequeños para esquivar los zarpazos del hambre, a
menudo les lleva a callejones donde se dan de bruces con la violencia, la
enfermedad o la muerte. Amenaza de una tragedia que se respira tanto fuera como
dentro del orfanato, donde también sus paredes pueden ser atravesadas por esa
epidemia tan temible que, cuando se presenta, sólo queda encomendarse a Dios
para que después de la fiebre, apenas deje algunas marcas en la piel y pase de
largo. Es esa rueda del azar la que pretende detener el doctor Posse Roybanes,
médico que atiende a los niños de la inclusa, con la aplicación de esa vacuna que,
según ha leído en alguno de los numerosos libros que tiene en su consulta, es
el único remedio para prevenir la enfermedad de la viruela. Con ese mismo
propósito va a presentarse en A Coruña el doctor Balmis, decidido a reclutar a
unos cuantos de esos niños desahuciados por la sociedad para transportar en sus
brazos la vacuna con destino a América.
A las puertas
de esa heroica misión –en la multitudinaria despedida que se da en el puerto de
A Coruña a la tripulación con los 22 “ángeles”- se queda esta magnífica novela,
en la que tienen cabida la amistad -necesario refugio para sobrevivir en un
mundo hostil-, las primeras palpitaciones del amor, la piedad ante los más
desfavorecidos, y sobre todo, la reivindicación de la ciencia como el medio
imprescindible para el progreso de la humanidad.
Igualmente, es
de agradecer –en estos tiempos de historias edulcoradas para no herir la fina
piel de nuestros tiernos infantes- la honestidad narrativa de una autora que no
esquiva los duros episodios de la miseria, la enfermedad y la muerte, lo cual,
lejos de ahuyentar a los jóvenes lectores, es una buena muestra de que se les
trata con el respeto y consideración que merecen.
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 5 de mayo de 2017)
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