Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

sábado, 6 de mayo de 2017

La aventura de la ciencia


Los niños de la viruela
María Solar
Anaya, 2017


                El 30 de noviembre de 1803 zarpaba del puerto de La Coruña rumbo a América la corbeta María Pita. En ella iba embarcada la llamada “Real Expedición Filantrópica de la Vacuna”, formada por el doctor Balmis, prestigioso cirujano de la Corte, un séquito de ayudantes sanitarios, Isabel  Zendal, rectora de la Casa de Expósitos de La Coruña, y 22 niños huérfanos.  La ambiciosa empresa –sufragada por el erario público a expensas del rey Carlos IV- pretendía nada más y nada menos que llevar la vacuna de la viruela a América, sirviéndose para ello de una cadena humana integrada por niños sanos que irían siendo inoculados con el virus extraído de las pústulas de los vacunados la semana anterior.  De esta forma, al carecerse en aquella época de sistemas adecuados de mantenimiento y refrigeración, se trataba de conservar el valioso fluido en el organismo de los pequeños.
Algunos escritores y directores de cine han tomado esta aventura científica como referencia para sus propias creaciones. Así, entre las más relevantes cabe destacar las novelas “Los héroes olvidados” (Roca Editorial, 2011), de Antonio Villanueva y “A flor de piel” (Planeta, 2015), de Javier Moro, así como la película “22 ángeles”, de Miguel Bardem. Ahora la escritora gallega María Solar (1970) nos presenta “Los niños de la viruela” (Anaya, 2017), una obra destinada al público juvenil que narra los prolegómenos de tan apasionante como incierto viaje. 
Busto de Balmis en la Facultad de Medicina
 de la UMH en San Juan de Alicante.

Partiendo de un escenario digno de Dickens, la novela empieza contando con crudo realismo la miserable vida que arrastran los niños del orfanato de A Coruña en esa fecha tan lejana de principios del siglo XIX. Los pequeños y cotidianos pillajes a que se ven abocados los pequeños para esquivar los zarpazos del hambre, a menudo les lleva a callejones donde se dan de bruces con la violencia, la enfermedad o la muerte. Amenaza de una tragedia que se respira tanto fuera como dentro del orfanato, donde también sus paredes pueden ser atravesadas por esa epidemia tan temible que, cuando se presenta, sólo queda encomendarse a Dios para que después de la fiebre, apenas deje algunas marcas en la piel y pase de largo. Es esa rueda del azar la que pretende detener el doctor Posse Roybanes, médico que atiende a los niños de la inclusa, con la aplicación de esa vacuna que, según ha leído en alguno de los numerosos libros que tiene en su consulta, es el único remedio para prevenir la enfermedad de la viruela. Con ese mismo propósito va a presentarse en A Coruña el doctor Balmis, decidido a reclutar a unos cuantos de esos niños desahuciados por la sociedad para transportar en sus brazos la vacuna con destino a América. 

A las puertas de esa heroica misión –en la multitudinaria despedida que se da en el puerto de A Coruña a la tripulación con los 22 “ángeles”- se queda esta magnífica novela, en la que tienen cabida la amistad -necesario refugio para sobrevivir en un mundo hostil-, las primeras palpitaciones del amor, la piedad ante los más desfavorecidos, y sobre todo, la reivindicación de la ciencia como el medio imprescindible para el progreso de la humanidad.
Igualmente, es de agradecer –en estos tiempos de historias edulcoradas para no herir la fina piel de nuestros tiernos infantes- la honestidad narrativa de una autora que no esquiva los duros episodios de la miseria, la enfermedad y la muerte, lo cual, lejos de ahuyentar a los jóvenes lectores, es una buena muestra de que se les trata con el respeto y consideración que merecen.


(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 5 de mayo de 2017)




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