Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

sábado, 23 de noviembre de 2013

Prohibido engañar con las cosas importantes


PROHIBIDO LEER A LEWIS CARROLL
Diego Arboleda
Editorial Anaya. Madrid, 2013


            “Prestigioso matrimonio de Manhattan, Nueva York, precisa urgentemente institutriz francesa para su única hija. Se requiere seriedad, también buenas referencias, sin duda buena educación y, muy importante, imprescindible, capacidad para mentir (tanto en inglés como en francés)”. Este curioso anuncio aparecido en las páginas de un diario en 1932 provocó una repentina ilusión en la aristocracia de una comarca francesa donde vivía Eugéne Chignon, una joven que, siguiendo los deseos del duque al que había servido su padre como mayordomo, había recibido la mejor formación para llegar a convertirse en una buena institutriz. La joven había conseguido aprender a hablar con soltura inglés, francés y alemán, y nadie dudaba de que estaba en disposición de poder educar perfectamente a cualquier hijo de un noble, pero, entonces por qué se habían entusiasmado tanto sus vecinos al leer aquel extraño anuncio que ofrecía un trabajo más allá del mar. En todas las casas donde había trabajado había conquistado a los niños, pero en todas también había enfadado a sus padres, que difícilmente podían soportar las constantes torpezas de Eugéne, los desaguisados y desastres que provocaba por cualquier sitio por donde pasaba. Se trataba de accidentes involuntarios, pero aún así los aristócratas dieron saltos de alegría cuando vieron la posibilidad de deshacerse para siempre de tal calamidad.
            En la carta que recibió Eugéne como respuesta a las “amables” recomendaciones que habían enviado sus vecinos, los remitentes de Manhattan le aclaraban cuatro puntos que debía cumplir estrictamente si no quería ser “automáticamente despedida”. Esas condiciones se podían resumir en que la niña a la que debía instruir era una verdadera apasionada de Lewis Carroll y “Alicia en el país de las maravillas” y que, por tanto, de ninguna de las maneras le sería permitido hacer la más mínima mención al autor y a su famoso libro. Es decir, como avisaba el anuncio, era imprescindible que mademoiselle Chignon pusiera en práctica su capacidad para mentir.
            A partir de ahí –siguiendo el viaje que la institutriz hace a América para encontrarse con la imponente residencia de los señores Welrush- la novela introduce a los jóvenes lectores en una historia extravagante y divertida, en la que aparecen continuamente personajes estrafalarios -monsieur Travagnant y su huevo del ave elefante de Madagascar, el espigado y hambriento Timothy Stilt, la siempre contrariada señora Welrush, el cabeza de morsa señor Welrush, presidente del Comité de Magnificación de Eventos de la Universidad y, sobre todo, la pequeña Alice, que hasta en el nombre es idéntica al personaje inventado por Lewis Carroll- enfrascados en situaciones inverosímiles. Más allá del suspense ante los posibles desastres que continuamente acechan tras las torpezas de la nueva institutriz, la historia mantiene la incertidumbre de si Eugéne logrará cumplir el trato de mentir a la pequeña Alice, de ocultarle que justamente en los próximos días será homenajeada en la Universidad nada más y nada menos que Alice Liddell, la ya octogenaria Alicia real que inspiró el personaje de Carroll.
            Este original cuento escrito con gracia e ingenio por Diego Arboleda y poblado de expresivas y animadas ilustraciones de Raúl Sagospe ha merecido el Premio Lazarillo 2012, un galardón que siempre habría que dar a aquellos que nos advierten de que “no está bien que nos engañen con las cosas que nos parecen importantes”.

(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 23 de noviembre de 2013)


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