Espacio líquido de creación y crítica literaria. Marcelo Matas de Álvaro

sábado, 22 de diciembre de 2012

Los espíritus de la Navidad



CANCIÓN DE NAVIDAD
CHARLES DICKENS
Editorial Anaya. Madrid, 2010
160 páginas

 

            Seguramente lo que se entiende como “el espíritu de la Navidad”, aquel que nos invita en esta época del año a mantener una actitud amable y bondadosa hacia los demás, se lo debamos a Charles Dickens y en particular a esta fábula que publicó en diciembre de 1843. Pero en su “Canción de Navidad” Dickens no habló sólo de un espíritu, sino de tres, de los tres fantasmas que se le aparecen al viejo Ebenezer Scrooge para ponerle literalmente delante de sus ojos las “sombras de las cosas” que han contribuido a que en la actualidad haya logrado poseer no sólo unos sustanciosos beneficios económicos, sino sobre todo ese carácter mezquino y huraño que todo el mundo teme. Así, El espíritu de las navidades pasadas descubre al tacaño Scrooge escenas en las que se ve al pobre niño olvidado que fue, más tarde la felicidad de ser un joven aprendiz en el despacho del amable Fezziwig y el momento en que su prometida se ve obligada a liberarle de su compromiso al darse cuenta de que Ebenezer antepone al amor su decidida querencia por el dinero. El espíritu de la Navidad presente lleva al antipático Scrooge a darse una vuelta por la ciudad, donde puede ver, emergiendo de “una oscura neblina, húmeda y glacial”, la palpitante alegría de la gente, incluso de los más pobres, como el sufrido escribiente de su despacho que, a pesar de las penurias, vive feliz rodeado de su familia. El espíritu de las navidades futuras le enseña en silencio las sombras de las terribles cosas que aún no han ocurrido, pero que sin duda sucederán cuando él haya muerto.

El final de la historia es de sobra conocido para la mayoría de nosotros, pues aunque no se haya leído este cuento de Dickens, forma parte del imaginario con el que se ha ido forjando ese espíritu navideño que, coincidiendo con el cambio de año, nos lleva a detenernos para reflexionar sobre nuestro pasado y, de ahí, la posibilidad de replantearnos nuestra vida para afrontar con mejores propósitos el tiempo venidero.

No hay mejor colofón para acabar de celebrar el “año Dickens” que leer este clásico de la literatura fantástica, lo cual, además de hacernos disfrutar de una lectura en verdad emocionante y divertida, puede ayudarnos a poner más atención en escuchar a los fantasmas que habitan nuestra conciencia.

(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 22 de diciembre de 2012)

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