Historias de fantasmas de Japón
Lafcadio Hearn
Edelvives, 2019
Lafcadio Hearn
(1850–1904) fue un prolífico escritor que tuvo una corta pero agitada
biografía. Hijo de padre irlandés y madre griega, nació en una isla jónica,
pasó la infancia en diversos lugares del Reino Unido y Francia, fue abandonado
primero por su padre y luego por su madre, lo cual le llevó a vivir en su
juventud en condiciones de miseria. Viajó a Estados Unidos, donde residió en
Nueva York, Cincinnati y Nueva Orleans, y más tarde a la isla Martinica y a Japón,
país en el que se casó con la hija de un samurái, se convirtió al budismo y obtuvo
la nacionalidad japonesa adoptando el nombre de Koizumi Yakumo. A lo largo de
su vida publicó numerosos artículos en diferentes periódicos y revistas,
tradujo al inglés escritores franceses y españoles, escribió relatos y novelas, fue profesor en varias universidades, ejerció
la crítica literaria y recopiló cuentos tradicionales de los sitios donde vivió,
sobre todo de Japón, lugar que le sirvió como fuente de inspiración literaria
para la creación de sus obras más significativas.
Lafcadio Hearn |
Entre las producciones
derivadas de su interés por la cultura, las costumbres y la literatura japonesa
(Kwaidan, En el Japón espectral, Kokoro,
Sombras) se publican ahora estas Historias
de fantasmas de Japón (Edelvives, 2019),
un volumen que muestra la fascinación que sentía Lafcadio Hearn por los cuentos
sobrenaturales. Se abre con El sueño de
un día de verano, un largo relato donde tienen cabida varias historias,
como la que cuenta la imposibilidad de regresar junto a la amada si el hombre
abre la caja lacada que ella le entrega en su marcha, o la del peligro de volver
a la nada si, con la promesa del rejuvenecimiento, se bebe demasiada agua del manantial
que han encontrado dos ancianos. En El
niño que dibujaba gatos cobran vida los dibujos con el fin de proteger a
quien los ha realizado. El comedor de
sueños, encarnado en Baku, un animal fantástico que elimina a los espíritus
malignos, tiene cuidado de no devorar la autodestrucción del “monstruo del ego”,
pues, a pesar de revolvernos como una pesadilla, se trata del sueño más
afortunado que existe. Ikiryo es el
fantasma de una persona viva, un espíritu viviente que hace perder la salud a
la persona que atormenta. Fragmento cuenta
cómo un joven, en el arduo camino para alcanzar la cima donde está el “lugar de
la visión”, debe enfrentarse al horror de encontrarse con sus “miles de
millones de vidas pasadas”. En Yuki-Onna se
funden el amor y la muerte en una misma presencia de perturbadora belleza. Rokuro-Kubi relata con una truculencia
no exenta de humor la estremecedora historia de las cabezas cortadas de
espíritus maléficos. En La historia de
Ito Norisuké la pasión por un fantasma, por el espíritu de una belleza
muerta hace seiscientos años, sólo es posible en la propia muerte del que
anhela su amor. Historia de una mosca
cuenta el regreso de un muerto en forma de una molesta mosca de gran tamaño.
Un total de
once cuentos japoneses que también son universales porque nos traen ecos de
mitos o leyendas occidentales como la caja de Pandora o la fuente de la eterna
juventud, al mismo tiempo que nos recuerdan algunas de las historias escritas
por Poe, James, Wilde o incluso Kafka. El
volumen, ilustrado con las escalofriantes, misteriosas y magníficas imágenes de
Benjamin Lacombe (París, 1982), se completa con unos curiosos Juegos de Yokai y se enriquece con un
interesante y esclarecedor prefacio firmado por el escritor y editor francés
Francis Lacassin.
(Publicado en el suplemento Culturas de El Comercio y La Voz de Avilés. 13 de marzo de 2020)
No hay comentarios:
Publicar un comentario