En la arena se escribe lo que creemos efímero, aquello que
en un impulso garabateamos con un dedo, un palo o la punta de nuestro calzado.
Sabemos que llegará la ola o el viento -tal vez otro dedo, otro palo, otro calzado-
y lo borrará para siempre. Pero en la misma fugacidad de lo escrito está su
permanencia. Esa palabra que dice mi nombre -o el tuyo-, el silencioso grito de
auxilio -o de alegría-, ese palpitar de corazones cruzados por una flecha de
amor -o de olvido-. Todo se desvanece como se nos van las horas y los días,
pero también permanece la huella de ese momento en la memoria.
Las niñas de los campamentos saharauis escriben y dibujan y
pintan sobre hojas de papel que, al asentarse en el suelo, dejarán también su
marca grabada en la piel del desierto. En las hojas blancas lo escrito toma la
forma de lo que queremos que permanezca para verlo más tarde. Para enseñarlo a
otros niños y niñas, para leerlo en las bibliotecas de Bubisher o en la larga
noche de las jaimas. Lo leído, como lo escrito en la arena, se lo llevará
también una ola o el viento. Tal vez también las hojas de papel vuelen hacia
otros mares, otros desiertos. Pero la escritura, la gozosa experiencia del
mismo acto de escribir, permanecerá más allá del mero significado de las
palabras.
(Publicado en el Boletín Sáhara Bubisher en marzo de 2025)
